Artículo publicado por Potoppitta en Ateneu Popular. Foto de Marvillas Shots.

Es cierto que hay muchísima gente que piensa que ser creativo es que se te vaya la cabeza, fumarse un porrito, beberse unos litros y a decir tonterías. Que yo me pregunto ¿por qué los publicistas no trabajan los fines de semana por la noche en los bares?, se trataría sólo de escuchar lo que la gente dice y ya está.

Tantos estudios de mercado, tantas investigaciones sobre el comportamiento del consumidor, sus gustos, tanto fijarse en la coherencia con los valores de la marca… ¿todo eso para qué?, bueno, y si tienen que cumplir con el horario, pues que se emborrachen en la agencia y se pongan a hablar, que se graben y luego lo vean. Yo creo que los mejores anuncios de Coca-cola surgieron así.

El caso es que nadie se fija en el trabajo que hay detrás. A mucha gente le encanta ver los trabajos terminados, todo les parece muy lógico; sin embargo, esa solución al principio no lo era tanto. Os pondré un ejemplo que contó un experto de la comunicación, Enriq Laurent:

“Yo tenía un amigo que tenía un videoclub, Videoclub Pepe, y le iba pues más o menos bien. Un día, cenando y tal me dijo:

– Oye, tú que te dedicas a esto de la comunicación ¿qué me dirías para mejorar mi clientela?

Así que, comencé a preguntarle para ver qué clase de gente acudía a alquilar las películas. Por lo que se ve, aunque era un barrio con jubilados en su mayoría, había variedad de edades en el público. Seguí preguntándole y el precio era correcto, la variedad de títulos también, el trato con el público amable…

Sin embargo, la gente se retrasaba en la entrega de los vídeos, así que le dije que investigara por qué.

Preguntando vió que a la gente le daba pereza devolver las películas o estaban muy ocupados. Así que, estaría bien tener un servicio de recogida, pero eso suponía invertir más dinero.

¿Lo haría alguien de manera gratuita? Tendría que tener mucho tiempo libre. Pensamos en los niños, pero estos están en el colegio por las mañanas, por tanto, la mejor solución eran los mayores.

Claro, que no íbamos a pedirle a los abuelitos que fueran los siervos de otro, algo tenían que llevarse a cambio. Como son pensionistas y no les sobra el dinero, mi amigo decidió que por cada película que recogieran y entregaran, les regalaría un alquiler. Fueron muchos viejecitos los que se apuntaron a esta propuesta. Se hizo una lista con los teléfonos de los abuelitos, donde vivían y las horas a las que estaban disponibles.

Resultado: la gente no tenía que bajar al videoclub y los abuelitos tenían alquileres gratis. Todos contentos. Es más, aumentó cada vez más el número de alquileres y el número de ancianos que se acogieron a la propuesta. Pero la cosa no quedó ahí: delante del videoclub había una plaza, y tras entregar los vídeos, solían estar allí y comentar lo último que habían visto. Hacían críticas y se recomendaban algunos títulos. Mi amigo decidió invertir el dinero ganado con el aumento de alquileres en poner unos bancos para que pudieran sentarse, y abajo puso un rótulo: CINEFÓRUM.

Segundo resultado: los mayores tenían un sitio donde debatir tranquilos y los demás acudían a consultarles que películas ver. Por segunda vez, todos contentos. La popularidad del videoclub creció porque la inversión en responsabilidad social fue todo un acierto”.

¿Cuántos amigos tienes que beben y se les va la cabeza?, ¿cuántos videoclubs hay en tu ciudad?, ¿cuántos de éstos amigos han dado esta solución u otra igual de válida a estos negocios?